El Huiña Huilli de Bolívar
Leyenda
El Huiña Huilli de Bolívar
Cuentan que, durante una noche oscura, José, un jugador de cartas tramposo, estaba retornando a su casa con los bolsillos llenos de dinero. La gente del pueblo donde hacía sus trucos sucios, harta de su presencia, decidió entregarle una botella llena de luciérnagas que lo iluminara por los senderos, para apurar su partida. Sin agradecer a nadie, José inició su caminata entre la niebla de los páramos de Quisapincha, cuidándose de no caer en la quebrada de Las Lajas.
De repente, desde la oscuridad
insondable de la quebrada, el llanto de un bebé llegó a sus oídos. Aunque
a este vividor no le interesaba ayudar a nadie, los lloriqueos
desesperados le conmovieron tanto que descendió hasta ubicar la
fuente del sonido. Mientras bajaba, soltó la botella de
luciérnagas, que se rompió y lo dejó sin ninguna luz de
guía. Encontró al infante, lo arropó en su poncho y, casi en el acto, este
dejó de llorar. En el ascenso, José notó, extrañado, que la parte
de su pecho, donde el niño estaba apoyado, empezó a calentarse, como
una plancha de carbones encendidos. Intentó dejar al bebé en el
suelo, pero sintió que una garra se le clavaba en el tórax. Horrorizado,
escuchó que la criatura, con una voz gangosa y retumbante, le decía: “Ya te
tengo”.
Regresó a ver su rostro y distinguió
únicamente el brillo de unos colmillos afilados. “Ya te tengo y te voy a
matar”- gritó el engendro. José, sorprendentemente, preguntó: “¿Por qué?”. El
monstruo le respondió: “Porque eres una peste, eres egoísta”. Muerto de miedo,
José se desmayó. Al siguiente día, despertó cuando el sol ya estaba muy alto.
Convencido de que todo había sido un sueño, empezó a caminar hacia
su pueblo. Escuchó, entonces, el llanto del bebé. Corrió aterrado, sin
mirar atrás, y prometió que jamás volvería a robar y que ayudaría a quien se lo
pidiera
0 comentarios